El hombre llegó temprano a su trabajo.
Mientras esperaba a que abrieran los portones de la compañia donde laboraba, se sentó quietamente a observar el paso de los transeúntes, fumando un cigarrillo. Marlboro, no light.
A su lado colgado del hombro, llevaba su vida. O parte de lo que le mantenia vivo: un bulto con un montón de facturas y papeles de oficio.
´Que mardita cuerda tengo!´, parecia decir su rostro adusto, todo por levantarse temprano.
Miró uno, dos, tres, cuatro polincuentes sobre una camioneta.
Divisó un ´loco manso´ haciendo el intento de acercarsele para pedirle ´algo´.
Delineó varias curvas, envueltas en telas, con dos piernas al final, de varias féminas pérdidas en los afanes diarios y matutinos.
Olió y degustó los yaniqueques que a pocos metros se escuchaban hervir en un caldero, en cuyo interior el aceite era casi tan negro, como el exterior del recipiente.
Cuando en los alrededores no hubo mas nada que mirar, oler, desear o respirar, el hombre se incorporó. Ya de pie, sintió que algo le faltaba. La mente se le nubló con la idea de que alguien le había arrebatado el bulto que llevaba en el hombro.
´El Loco errr diablo ese!´, fue lo único que le llegó a la mente.
A toda prisa, intento ubicarlo en los alrededores, hasta que lo vio con medio cuerpo metido en un tanque de la basura, ´joceando algo´ para el desayuno.
– Mira hijo´etumalditasentencia! onde ta´el bulto que yo tenia al lao?! – le preguntó.
– Amigo yo no se! – dijo el ´loco manso´.
– No te haga coño, que yo te ví ahorita cuando me pasate por el lao´, y te me quedate mirando!
– Pero uté dice ese bulto que tiene colgando ahí? – dijo el ´loco´, señalandole al hombre, su hombro izquierdo.
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