Cuenta la leyenda que este talentoso músico, aparte de ser muy disciplinado, era muy exigente, no solo con su música y obra, sino con los que les acompañaban en sus giras, conciertos y sesiones de grabación.
Paradójicamente, le permitia a cualquier músico que estuviera tocando en su banda, que tocara con toda la libertad del mundo. El jazz tiene esa magia, mas allá de las partituras o de las melodias ya memorizadas. Libertad e improvización, era tal la permisibilidad que este genio de ´la música de los músicos´, le brindaba a cualquier integrante de su grupo.
Cuentan que en una ocasión, este maestro del jazz, estaba de gira por Estados Unidos. En el hotel, se encontraban todos los músicos en sus habitaciones. Nuestro genio, salió a dar una vuelta por las instalaciones del lugar.
Al pasar por la habitación del saxofonista que le acompañaba en dicha gira, este Master de Masters, escuchó algo que venia desde el interior del cuarto. Era música.
Al tocar la puerta, la música se detuvo. Era lógico que el saxofonista estaba tocando.
– Que estas haciendo? – preguntó el talentoso artista.
– Estaba ensayando! – respondió sorprendido, el hombre del saxofón.
– Estas despedido. No te pago para que ensayes, te pago para que toques en el escenario, lo que sientas en el momento del show – fue la respuesta que Miles Davis dio.
Luego de esta conversación, Miles tomó un teléfono y mando a buscar a otro saxo tenor, para que se integrara en la gira, en sustitución del que fue despedido.
Así era el Señor Davis. Amén de revolucionar esta música con su ´cool jazz´, decia que el improvisar le daba nuevos matices, a las piezas ya conocidas de memoria, e impresas en cualquier pentagrama.
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