Y fíjate que la vida es taaan frágil, pero taaan frágil, que a veces uno no se imagina lo duro que sería perder esa fragilidad que todos llevamos dentro, y que no sabemos. Porque para eso son las lágrimas, para teñir de tristeza los momentos alegres de la nostalgia, pero nunca los momentos tristes de la triste tristeza. Uno dice que querrá más, que amara más, que más más más es igual a más, pero eso es embuste ombe!, que fíjate, no bien pensamos en planificar nuestra vida buscando la felicidad, cuando nuestro pesimismo, tan diligente él, se encarga de dañarnos la otra mitad de vida que destinaríamos a ser, ¨disque¨ felices. Y mamá se empeña en que comamos las verduras, en que tomemos nuestro jugo de zanahoria, en que nos levantemos temprano para ir al trabajo, y nosotros los hijos de nuestras madres solo sabemos hacer lo que sabemos: desobedecemos. Porque las verduras son nobles no les creemos; como la zanahoria nos cae mal, le acusamos de mala leche; y como el trabajo es eso, un trabajo, no nos quita el sueño el llegar tarde, por eso y por eso también, no le hacemos caso a mamá, y cuando mamá se nos quiere morir de vergüenza por tan buenos hijos, nosotros creemos que se nos va la vida por tan mala que es mamá. Al menos eso creemos. Pero luego ella coje la OMSA de papá Dios, y entonces ahí preguntamos donde están las legumbres para el desayuno, que mira que se me hace tarde y no encuentro los zapatos, pero que si mamá estuviera, otra vaina seria la vida.
pb