´Te falta azul para el cielo que eres´, pensó el hombre, casi de una manera patriarcal.
Luego, con el aliento pendiente del hilo en la desesperación por comersela a besos sin descansar, dio vuelta atrás a sus planes de zurcar los embates de su anatomía, o domar las olas que se agitaban alrededor de su sonrisa.
Dijo adiós.
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